martes, 8 de diciembre de 2015

Capítulo X. Pero este instinto está limitado por el cálculo



"Pero debo explicar a usted cómo es que se levanta toda esta equivocada idea de reprobar el placer y exaltar el dolor. Para cumplir con ello, le daré completa cuenta del sistema, y expondré las reales enseñanzas del gran explorador de la verdad, maestro constructor de la felicidad humana. Nadie rechaza, desaprueba o evita el placer mismo, por ser placer, sino porque aquellos que no saben cómo perseguir racionalmente el placer se encuentran con consecuencias que son extremadamente dolorosas. Ni tampoco hay alguien que ame o persiga o desee el dolor por sí mismo, porque sea dolor, sino porque ocasionalmente ocurren circunstancias en las cuales el sufrimiento y el dolor pueden procurarle algún gran placer. Tomemos un ejemplo trivial, ¿cuáles de nosotros están alguna vez de acuerdo con realizar ejercicios físicos pesados, si no es para sacar alguna ventaja con ello? ¿Pero quién tiene algún derecho para censurar a un hombre que elige disfrutar un placer que no tiene consecuencias molestas, o a alguien que evita un dolor que no tiene como resultado algo placentero? Por otro lado, denunciamos con apropiada indignación y nos desagradan los hombres que son seducidos y corrompidos por los encantos de los placeres del momento, tan enceguecidos por el deseo que no pueden prever el dolor y el problema que fatalmente les sucederá; e igual reproche hay para aquellos que fallan en sus responsabilidades a través de las debilidades de su voluntad, que es lo mismo que se puede decir de quienes se estremecen ante el sufrimiento y el dolor. Estos casos son bastante simples y fáciles de distinguir. Durante el tiempo libre, cuando nuestro poder de elección se halla sin trabas y cuando nadie nos impide ser capaces de hacer lo que más nos gusta, todo placer es bienvenido y todo dolor evitado. Pero en ciertas emergencias y debido a las demandas del deber o a las obligaciones de nuestros oficios frecuentemente ocurre que los placeres deben ser repudiados y aceptadas las molestias. El hombre sabio, por lo tanto, siempre pone en acción ante estas materias el siguiente principio de selección: él rechaza los placeres para asegurarse otros placeres mayores, o en su lugar sobrelleva los dolores para evitar peores dolores.


"Esta es la teoría que yo sostengo, ¿por qué debo tener miedo de no ser capaz de reconciliarla con el caso de mis ancestros Torcuato? Las referencias que de ellos usted acaba de hacer eran históricamente correctas, y a su vez mostraron sus amables y amistosos sentimientos hacia mi persona; pero a pesar de ello yo no soy alguien que se soborne por sus halagos hacia mi familia, y usted no encontrará en mí a un oponente menos resoluto. Dígame, por favor, ¿qué explicación usted asigna a las acciones de ellos? ¿Cree realmente usted que atacaron a un enemigo armado, o que trataron tan cruelmente a sus hijos, a su propia carne y sangre, sin pensar en el propio interés y beneficio de aquéllos? ¿Por qué incluso los animales salvajes no actúan de esa manera?; ellos no atacan tan enfurecidos y enceguecidos como para que no podamos discernir propósito alguno en sus movimientos y embestidas. ¿Puede usted entonces suponer que aquellos hombres heroicos llevaron a cabo sus famosas acciones sin motivo alguno? Lo que haya sido el motivo de ellas lo consideraré más adelante, por ahora afirmaré confiadamente que si ellos tuvieron un motivo para aquellas proezas indudablemente gloriosas, ese motivo no fue por amor a la virtud en sí. Él arrancó el collar de su enemigo - sí, y se salvó así mismo de la muerte. Pero él desafió un gran peligro - sí, ante los ojos de un ejército. ¿Qué obtuvo de todo esto? - honor y estima, las garantías más poderosas de seguridad en esta vida. Él sentenció a muerte a su propio hijo - si lo hizo sin motivo, entonces lamento ser descendiente de alguien tan salvaje e inhumano; pero si su propósito, al infringirse dolor a él mismo, fue establecer su autoridad como comandante y sujetar las riendas de la disciplina durante una guerra muy cruenta por medio de hacer sentir a su ejército el temor al castigo, entonces su acción apuntó a garantizar la seguridad de sus compañeros ciudadanos, de la cual bien él sabía que dependía la suya propia. Y este es un principio de amplia aplicación. Las gentes de nuestra escuela, y especialmente usted mismo, quienes son tan diligentes estudiantes de historia, han encontrado un campo preferido para el despliegue de su elocuencia al recordar historias de hombres de antaño tan valientes y famosos, y al elogiar sus acciones, no sobre una base utilitaria, sino en favor del esplendor de la abstracta valoración moral. Pero todo esto se derrumba si se establece el principio de selección que yo acabo de mencionar - el principio de renunciar a los placeres con el propósito de obtener mayores placeres, y de sobrellevar dolores con el objeto de escapar de dolores mayores".








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