martes, 8 de diciembre de 2015

Capítulo XIII. Las Virtudes no son Fines en sí mismas, sino solamente medios para el Placer, por ejemplo, la Sabiduría,...



"Aquéllos que conciben al Bien Principal como virtud única están muy influenciados por el encanto de un nombre, sin entender las verdaderas demandas de la Naturaleza. Si ellos consintieran en escuchar a Epicuro, saldrían del más grueso de los errores. Vuestra escuela se expande ante la belleza trascendental de las virtudes; pero, ¿no fueron ellas improductivas en cuanto al placer?, ¿quién las consideraría encomiables o deseables? Nosotros estimamos al arte de la medicina no por su interés como ciencia sino por su conducencia hacia la salud; el arte de la navegación es ensalzado por su valor práctico y no por su valor científico, en razón de que conlleva las reglas de conducir un barco exitosamente. Así también acontece con la Sabiduría, que debe ser considerada como el arte de vivir; si ésta no tuviera efecto en resultados prácticos no sería deseada, pero como sí lo tiene, es deseada, porque es el artífice que procura y produce placer (a esta altura debe ser bastante claro para usted el significado que yo asigno al placer, y no debiera usted sentir tendenciosidad en contra de mi argumento, imputable sólo a las desacreditables asociaciones con el término). EL FACTOR MÁS PERTURBADOR EN LA VIDA DEL HOMBRE ES LA IGNORANCIA SOBRE LO BUENO Y LO MALO; las ideas equivocadas sobre este tema frecuentemente nos roban nuestros más grandes placeres, y nos atormentan con el más cruel de los dolores mentales. Es por ello que necesitamos de la Sabiduría, para liberarnos de nuestros dolores y apetitos, para remover de raíz todos nuestros errores y prejuicios, y para servirnos de guía infalible en la obtención del placer. La Sabiduría sola puede eliminar el sufrimiento de nuestros corazones y protegernos de la alarma y la aprehensión ante los malos presagios; póngase usted mismo bajo sus enseñanzas, y puede que usted viva en paz y extinga las ardientes llamas del deseo. Los deseos son incapaces de producir satisfacción; ellos arruinan no sólo a individuos sino a familias enteras, más aún, a menudo sacuden las bases mismas del Estado. Es que ellos son la fuente del odio, de la disputa y la refriega, de la sedición y de la guerra. No sólo hacen ostentación externa de sí mismos, también dirigen sus enceguecidos embates con exclusividad contra otro; aún cuando están aprisionados dentro del corazón ellos pelean y entran en desacuerdo entre ellos mismos; y esto no puede sino provocar que se amargue la vida entera. De allí que sólo el Hombre Sabio, quien arranca de cuajo todo crecimiento lujurioso de vanidad y error, puede posiblemente vivir liberado del sufrimiento y el temor, contento dentro de los límites establecidos por la Naturaleza.

Nada podría ser más útil o más conducente al bienestar que la doctrina de Epicuro referida a las diferentes clases de deseos. Él clasifica un primer tipo de ellos como naturales y necesarios, a un segundo como naturales pero no necesarios, y a un tercero como ni naturales ni necesarios; por principio esta clasificación establece que los deseos necesarios se satisfacen con poca molestia o gasto; respecto de los deseos naturales, también éstos requieren de poco, en razón de las propias riquezas de la Naturaleza, las que son suficientes para satisfacerles; ambos son fácilmente procurados y limitados en cantidad; pero, con respecto a los deseos imaginarios, no hay límite que se haya descubierto".








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