miércoles, 25 de noviembre de 2015

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Capítulo V. Introducción a la Ética de Epicuro y a la escena del diálogo



Para empezar con lo que resulta más fácil, primero revisemos el sistema de Epicuro, el que resulta mejor conocido de todos para la mayoría de los hombres. Nuestra exposición sobre ello, como verán, será tan precisa como cualquiera que sea dada por adherentes manifiestos de su escuela, toda vez que nuestro objetivo es descubrir la verdad, no refutar a alguien que resulte nuestro oponente eventual.

Lucio Torcuato, un estudioso de todos los sistemas de filosofía, me presentó tiempo atrás una elaborada defensa de la teoría hedonista de Epicuro; le di a él y a Gaius Triario, joven de notable erudición y seriedad de carácter que le acompañaba, mis apreciaciones. Estos dos caballeros habían pasado a darme sus respetos a mi casa en Cumae. Intercambiamos, primeramente, algunas consideraciones sobre literatura, de la que ambos eran muy entusiastas.

Torcuato dijo, "Ya que lo hemos encontrado disfrutando tiempo libre, estoy decidido a oír la razón por la cual usted observa a mi maestro Epicuro como a alguien con quien no comparte la mayoría de sus puntos de vista, aunque no con aborrecimiento, sí con absoluta desaprobación. Yo, por mi parte, me confieso que lo considero una de las personas que ha sido capaz de percibir la Verdad, y quien ha librado a los hombres de los más graves errores revelándoles lo que hay que saber sobre bienestar y felicidad. El hecho es que creo que usted es como nuestro amigo Triario, y distinto de Epicuro porque éste ha desdeñado las gracias que usted encuentra en el estilo de Platón, Aristóteles y Teófratus. Toda vez que con dificultad puedo ponerme en posición de creer que usted piense que las opiniones de Epicuro no sean ciertas.

"Déjeme asegurarle, Torcuato", dije, "que usted está enteramente equivocado. No encuentro fallas en el estilo de su maestro. Él expresa adecuadamente su pensamiento y me da una exposición claramente inteligible. De ninguna forma yo desprecio la elocuencia en un filósofo si es que él la puede ofrecer, pero no insistiría mayormente en ello si no la tiene. Acontece que yo no encuentro que su material sea tan satisfactorio, y esto en más de un sólo respecto. Sin embargo, ‘muchos hombres, muchas mentes’: 1/ de forma que es posible que yo esté equivocado.

"¿Qué es, por favor", él preguntó, "lo que usted desaprueba? Siempre que verdaderamente conozca usted sus doctrinas, porque yo le reconozco como un crítico justo".

"¡Oh!", dije, "yo conozco bastante bien la totalidad de las opiniones de Epicuro - a menos que usted piense que Phaedrus o Zeno no me dijeron la verdad. He escuchado la disertación de ambos, y para ser sincero no me convencieron de nada, salvo de su devoción por el sistema. En verdad concurrí regularmente a las disertaciones de esos profesores, en compañía de nuestro amigo Atticus, quien por su parte tenía admiración por ambos expositores, y un genuino afecto por Phaedrus. Todos los días acostumbrábamos discutir en privado lo que habíamos oído en las disertaciones, y nunca hubo una disputa respecto de lo que yo pude o no entender; el asunto central era qué podía yo aceptar como verdadero".



1/ Terencio, Phormio 454.








segunda

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primera

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