martes, 8 de diciembre de 2015

Capítulo XVII. Los placeres y dolores de la mente se basan en los corporales, pero son más poderosos, toda vez que ellos cubren el pasado y el futuro


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"La doctrina, una vez así firmemente establecida, tiene corolarios que expondré brevemente:

[1] Los Fines de los Bienes y de los Males mismos, es decir, el placer y el dolor, no están expuestos al error; las personas se equivocan en cuanto a no saber qué cosas son generadoras de placer y cuáles de dolor. [2] Una vez más, afirmamos que los placeres y los dolores de la mente se generan a partir de los corporales (y por lo tanto yo estoy de acuerdo con su objeción de que cualquier Epicúreo que piense distinto se coloca a sí mismo fuera de consideración; y tengo claro que muchos lo hacen, pero no aquellos que pueden hablar con autoridad); aunque los hombres efectivamente experimenten molestos dolores mentales, afirmamos que estos se generan a partir de las sensaciones corporales. [3] No obstante, mantenemos que esto no excluye el que los dolores y placeres de la mente sean mucho más intensos que los del cuerpo, toda vez que el cuerpo solamente puede sentir lo que es actual a él al momento de ocurrir, mientras que la mente es también conocedora del pasado y del futuro. Concedemos que el dolor del cuerpo es de igual magnitud, pero nuestra sensación de dolor puede incrementarse enormemente por la creencia de que algún mal de ilimitada magnitud y duración amenace ocurrirnos de aquí en adelante. Y la misma consideración puede utilizarse con respecto al placer: un placer es más grande si no viene acompañado por ninguna aprehensión de maldad. Por lo tanto, claramente nos parece que el placer o la molestia de origen mental, particularmente cuando son intensos, contribuyen más a nuestra felicidad o miseria, respectivamente, que lo que lo hacen el placer o dolor corporal de igual duración. [4] Pero no estamos de acuerdo que cuando una sensación activa de placer nos es retirada se nos genere como resultado molestia, a menos que acontezca que el placer haya sido reemplazado por dolor; mientras que, por otro lado, uno está contento de perder un dolor aunque no se genere una activa sensación de placer en su reemplazo: un hecho que sirve para mostrar cuán grande placer es la mera ausencia de dolor. [5] Pero tal como nos estimula la anticipación de las cosas buenas, así nos deleitamos con el recuerdo de ellas. Los tontos se atormentan por el recuerdo de antiguos males; los hombres sabios tienen la capacidad deleitarse al renovar el recuerdo agradecido de las bendiciones del pasado. Tenemos el poder de borrar nuestras desventuras en un olvido casi perpetuo y también de recolectar nuestros recuerdos placenteros y agradables. Pero cuando fijamos fuertemente nuestra visión mental en los eventos del pasado, la tristeza o la alegría se presentan según sean éstos malos o buenos."



1/ Este capítulo parece ser una transcripción ininteligible de un resumen de las respuestas epicúreas a las siguientes críticas cirenáicas: (1) el placer es algunas veces rechazado a causa de perversión mental, (2) todo placer no es corporal, (3) los placeres corporales son más fuertes que los placeres mentales, (4) la ausencia de dolor no es placer, (5) el recuerdo del placer como su anticipación no son placeres reales.








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