martes, 8 de diciembre de 2015

Capítulo XVI. y la Justicia



"Falta hablar de Justicia, para completar la lista de las virtudes; pero ésta admite prácticamente el mismo tratamiento que las otras. La Sabiduría, la Templanza y la Valentía han demostrado estar tan íntimamente relacionadas con los Placeres que no resulta posible que ellas puedan ser divididas ni separadas de estos últimos. Lo mismo debe considerarse con respecto a la Justicia. No sólo la Justicia nunca ha ocasionado daño a alguien, sino, por el contrario, siempre provee algún beneficio, en parte debido a su influencia esencialmente tranquilizante sobre la mente, y en parte por la esperanza que ella garantiza de proveer permanente las cosas que efectivamente requiere la naturaleza no corrompida. Y al igual que la Imprudencia, la Licencia y la Cobardía, las que siempre atormentan a la mente, despertando los problemas y la discordia, así la Iniquidad, cuando se halla firmemente arraigada en el corazón, causa intranquilidad por su sola presencia; y si alguna vez ha encontrado expresión en algún hecho de maldad, por muy secreto que éste haya sido, así mismo éste nunca puede sentirse seguro que se mantenga por siempre sin detección. Las consecuencias usuales del crimen son, primero la sospecha, luego el chisme y el rumor, le sigue la acusación y después el enjuiciamiento; muchos pecadores han aportado incluso evidencias contra ellos mismos, como sucedió durante vuestro consulado. Y si algunos se consideran bien guarecidos y fortificados contra la detección por sus camaradas, aún temen al ojo del cielo, y suponen que las ansiedades de la noche y el día que carcomen sus corazones son enviadas por la Providencia para castigarlos. Pero, ¿cómo puede contribuir la maldad a la disminución de las penurias de la vida, que con sus efectos por igual los incrementa debido al peso de la culpabilidad de consciencia, las penalidades de la ley y el odio de sus semejantes? Y, sin embargo, algunos hombres dan rienda suelta, sin límite alguno, a su avaricia, a su ambición y a su amor por el poder, a su lujuria y a su gula, así como a aquellos otros deseos que las ganancias por medios ilegítimos nunca pueden aplacar, las que por el contrario, los inflaman aún más, a tal extremo que éstos más parecen materias adecuadas para ser restringidas que reformadas. Por lo tanto, los hombres de sana naturaleza son llamados por la voz de la razón verdadera para defender la justicia, la equidad y la honestidad. Para alguien sin elocuencia ni recursos, la deshonestidad no es una buena política, porque a un hombre así le resulta difícil tener éxito en sus planes, o demostrar lo bueno de su éxito una vez alcanzado. Por otro lado, para el rico y el inteligente la conducta generosa parece más en harmonía, y la liberalidad les provee afecto y buena voluntad, los medios más seguros para una vida en paz, especialmente cuando no hay reales motivos para la transgresión: toda vez que los deseos que brotan de la naturaleza son gratificados fácilmente sin hacer mal alguno a otros hombres, mientras que aquellos que son imaginarios debieran ser resistidos porque en nada que sea realmente deseado colocan sus afectos; en tanto haya más pérdida inherente a la Injusticia misma que lo que hay de beneficio en las ganancias que ella provea. De aquí que tampoco se pueda decir correctamente que la Justicia sea deseable por sí misma; es así por ser tremendamente generadora de gratificación. El respeto de los demás y su afecto son gratificantes, toda vez que ellos rinden salvaguarda de vida y abundancia de placer. De allí que nosotros sostenemos que la Iniquidad debe ser evitada no simplemente en razón de las desventajas que resultan de ser injusto, sino mucho más porque cuando ella anida en el corazón de un hombre, nunca le permite respirar libremente o conocer un momento de descanso.


"Entonces, si la gloria de las Virtudes, sobre la cual todos los otros filósofos aman explayarse tan elocuentemente, no tiene en última instancia ningún otro significado que el de estar basado en el placer, en tanto que el placer es la única cosa intrínsecamente atractiva y fascinante, no se puede dudar que el placer es el Bien supremo y final, y que una vida de felicidad no es entonces nada más que una vida de placer".








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