martes, 8 de diciembre de 2015

Capítulo XIV. la Templanza,...



"Si luego observamos que la ignorancia y el error reducen toda la vida a la confusión, mientras que la Sabiduría sola es capaz de protegernos de los embates del apetito y las amenazas del temor, enseñándonos incluso a soportar con moderación las afrenta de la fortuna, y mostrándonos todos los senderos que conducen a la calma y la paz, ¿por qué deberíamos inquietarnos por admitir abiertamente que la Sabiduría debe desearse por los placeres que provee, así como la Insensatez debería evitarse en razón de sus lesivas consecuencias?

"El mismo principio nos llevará a expresar que la Templanza tampoco es deseable por sí misma, sino en razón de que nos regala con la paz de la mente, y que apacigua al corazón con un tranquilizante sentido de harmonía. Porque es ella, la Templanza, la que nos advierte que permitamos ser guiados por la razón sobre qué desear y qué evitar. Tampoco es suficiente juzgar lo que es correcto hacer o dejar de hacer; necesitamos también obrar de acuerdo con nuestro juicio. La mayoría de los hombres, sin embargo, carece de tenacidad para alcanzar un determinado propósito; su resolución se debilita y sucumbe tan pronto como la agradable forma de los placeres se encuentra con su contemplación, y se rinden prisioneros de sus pasiones, fallando en prever el inevitable resultado. Así, por satisfacer un placer que es tan pequeño como innecesario, uno que ellos podrían haberse procurado por otros medios, o incluso habérselo negado de plano sin dolor alguno, ellos incurren en serias enfermedades, pérdidas de fortuna, desgracias, y, no infrecuentemente, exponiéndose a las penalidades de la ley y de las cortes de justicia. Aquellos otros que han resuelto disfrutar sus placeres pero de manera tal que les permitan evitar todas las penosas consecuencias que ellos conlleven, y quienes retienen sus facultades de juicio y evitan ser seducidos por el placer en curso, que ellos perciben como malo, reciben como recompensa el más elevado de los placeres al renunciar al placer. De manera similar, ellos a menudo soportan voluntariamente el dolor para evitar incurrir en un dolor mayor. Esto claramente demuestra que la Destemplanza no es indeseable de por sí, ni la Templanza es deseable por su renuncia al placer, sino por procurar placeres mayores".








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