martes, 8 de diciembre de 2015

Capítulo IX. El Placer es el Bien Principal



"Comenzaré entonces", dijo él, "con la manera aprobada por el mismo autor del sistema, estableciendo lo que son la esencia y las cualidades de la cosa que es objeto de nuestro estudio; no es que yo suponga que usted sea ignorante respecto de ello, sino que éste es el método lógico de proceder. Estamos investigando lo que es el Bien final y fundamental, el que, como todos los filósofos están de acuerdo, debe ser de naturaleza tal que resulte el Fin para el que todas las otras cosas son medios, en tanto no sea un medio para nada más. Esto Epicuro lo hace radicar en el placer; él sostiene que el placer es el Bien Principal y el dolor el Mal Principal. Él expone esto con la intención de probarlo de la siguiente forma: Todo animal, tan pronto como ha nacido busca el placer y se deleita en ello como el Bien Principal, mientras que rechaza el dolor como Mal Principal, evitándolo hasta donde le resulte posible. Esto así lo realiza en tanto no se pervierte, bajo el influjo del veredicto no torcido y honesto de la propia Naturaleza. En consecuencia, Epicuro rehúsa admitir que haya necesidad alguna para argumentar o discutir con el fin de probar que el placer es deseable y que el dolor tiene que ser evitado. Él piensa que estos hechos son percibidos por los sentidos, al igual como el fuego es caliente, la nieve blanca, dulce la miel, cosas todas que no necesitan ser probadas por un argumento elaborado, es meramente suficiente el poner atención a ellas. (Porque hay una diferencia, sostiene él, entre la prueba silogística formal de una cosa y una mera observación o recuerdo: la primera corresponde al método para descubrir verdades recónditas y difíciles de comprender, la segunda sirve para indicar hechos obvios o evidentes.) Si se despoja a la especie humana de las sensaciones nada queda; además, es la misma Naturaleza la que juzga aquello que está en concordancia o en contraposición a lo natural. ¿Qué percibe la Naturaleza o respecto de qué juzga, en comparación al placer y al dolor, para guiar sus acciones de deseo y de evitación? Algunos miembros de nuestra escuela refinarían, sin embargo, esta doctrina; ellos dicen que no es suficiente para el juicio de lo bueno y lo malo el depender de los sentidos; el hecho que el placer sea en sí mismo y para sí deseable, y que el dolor sea de igual manera para evitarse, puede también captarse por medio del intelecto y la razón. De acuerdo con esto, ellos declaran que la percepción por la cual una es perseguida y la otra evitada es una noción implantada de forma natural en nuestras mentes. Otros, por su parte, con quienes estoy de acuerdo, al observar que muchos filósofos promueven un amplio abanico de razones para probar por qué el placer no debería clasificarse como un bien, ni el dolor como mal, consideran que sería mejor que no depositáramos demasiada confianza en nuestro postulado; en opinión de ellos se requiere de un argumento elaborado y razonado, y de una discusión teórica profunda respecto de la naturaleza del placer y del dolor.




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