martes, 8 de diciembre de 2015

Capítulo XI. La más alta forma de placer es la ausencia de dolor



"Pero por ahora ya ha sido suficiente de referirme a las proezas y logros de los héroes de renombre. La tendencia de que todas las virtudes producen placer es un tópico que trataré más adelante. En este momento procederé a exponer la esencia y cualidades del placer mismo, y me esforzaré en remover los erróneos conceptos de ignorancia y en hacerle a usted darse cuenta cuán seria, cuán sobria y cuán austera es la escuela a la que se le supone sensual, laxa y lujuriosa. El placer que nosotros perseguimos no es de esa clase que sólo afecte directamente nuestro ser físico con un sentimiento delicioso - una percepción positivamente satisfactoria de los sentidos; por el contrario, el más grande placer, de acuerdo con nosotros, es aquél que se experimenta como resultado de la total eliminación del dolor. Cuando estamos libres de dolor, la mera sensación de completa emancipación y alivio del desasosiego es por sí misma una fuente de gratificación. Todo lo que causa gratificación es un placer (tal como todo lo que causa molestias es un dolor). Por lo tanto, la completa remoción del dolor ha sido correctamente definida como placer. Por ejemplo, cuando el hambre y la sed han sido ahuyentadas con la comida y la bebida, el mero hecho de zafarse del desasosiego conlleva un placer resultante en su curso de acción. Así, por lo general, la eliminación del dolor origina que el placer tome su lugar. Epicuro, consecuentemente, sostuvo que no existe cosa tal como un estado intermedio de sentimiento neutro entre el placer y el dolor; porque el estado supuesto por algunos pensadores como neutral, que se caracteriza por la ausencia total de dolor, es en sí mismo, él así lo sostuvo, un placer, y, lo que es más, un placer del más alto orden. Un hombre que está absolutamente consciente de su condición tiene necesariamente que sentir placer o dolor. Para Epicuro la completa ausencia de dolor es el límite del placer y su nivel más alto; más allá de este punto el placer puede variar de clase, pero no puede variar en intensidad o grado. En Atenas, mi padre acostumbraba contarme, cuando deseaba ventear su ingenio a expensas de los estoicos, que en el Ceramicus hay una estatua de Chrysippus sentado y sosteniendo una mano en alto, gesto cuya intención era indicar el deleite que él acostumbraba tener con respecto al siguiente silogismo, el que aparecía impreso más abajo: `¿Necesita algo su mano, mientras está en la presente condición?' Respuesta: `No, nada'. - `Pero si el placer fuera un bien, desearía el placer'. - `Sí, supongo que lo haría'. - `Por lo tanto, el placer no es un bien'. Un argumento, como mi padre declaraba, que ni siquiera una estatua emplearía, si es que una estatua pudiese hablar; si esto resulta apropiado como objeción a los cirenáicos, a Epicuro no lo toca. Porque si fuese el único tipo de placer el proveer con lisonjas a los sentidos, una influencia que los penetraría con un sentimiento de deleite, ni la mano ni ningún otro miembro del cuerpo podría estar satisfecho con la sola ausencia de dolor por medio de una agradable y activa sensación de placer. Considerando, como lo sostiene Epicuro, que el mayor de los placeres sea el no sentir dolor, el interlocutor de Chrysippus está justificado al hacer su primer reconocimiento, aquello de que su mano en tal condición nada deseaba, pero no lo está en su segundo reconocimiento, al sostener que si el placer fuera un bien, su mano lo habría deseado. Y la razón de por qué ésta no habría deseado el placer es que el estar sin dolor es estar en un estado de placer.








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